LA HABANA, CN
 -El 20 de noviembre de 2012, Orestes Mazó Rodríguez amaneció colgado de
 una soga en una celda de la compañía 6, en la prisión provincial Valle 
Grande, al oeste de La Habana. 
El móvil del suicidio fue la condena a 
cinco años de privación de libertad, por atentar presuntamente contra un
 oficial de la Policía Nacional Revolucionaria (PNR). Tres días antes, 
Mazó Rodríguez había ventilado su versión de los hechos con un abogado 
de oficio, pero éste nada pudo hacer ante el tribunal.
El 28 de noviembre de 2012, en la misma prisión, el reo Noel Zulueta 
Borges se quitó la vida. Ese día apenas cruzó palabras con sus 
compañeros de la compañía 8. A las 9 y 5 minutos de la noche, cuando 
todos dormían, se ahorcó con una sábana. 
Sobre Zulueta Borges también 
pesaba una condena de cinco años, por atentar contra un funcionario del 
Comité de Defensa de la Revolución (CDR), ubicado en la calle Aguiar, 
entre Empedrado y Tejadillo, en La Habana Vieja.
Antes que Orestes y Noel, con una sábana se ahorcó el joven recluso 
Román Alemay Mena. Los funcionarios de Valle Grande le habían ocultado 
la muerte de su abuelo, el hombre que lo crió desde niño. 
Enterado por 
mediación de una vecina, Alemay Mena comenzó a gritar verdades 
innombrables contra la revolución y sus líderes. Tal vez por esto, 
previendo un aumento de su condena, decidió suicidarse.
Otro recluso, cuyo nombre no pude confirmar, amaneció muerto el 7 de 
noviembre, en la compañía 7 del mismo penal. Según la fuente que me 
facilitó todos estos datos (un reo que ha pedido el anonimato), el 
cadáver fue descubierto frío y con espuma en la boca. Al parecer se 
suicidó con barbitúricos.
Estas muertes en Valle Grande, a finales de 2012, se suman al 
abultado registro de suicidios en cárceles cubanas, información vedada 
tanto para los órganos de prensa extranjera como para los nacionales, 
que trabajan al servicio del régimen.
Pero los mismos periodistas y escribidores oficiales que no 
reportaron estos suicidios no dejan de cacarear las violaciones a los 
derechos humanos extramuros.
 Granma, el órgano oficial del partido 
único, publicó en su edición del viernes 18 de enero una parrafada de 
cifras sobre las detenciones en la base naval norteamericana en Cuba 
(“Guantánamo: 11 años en cifras”). Incluso, el libelo, que suele 
fustigar a Amnistía Internacional, aportó datos de este organismo al 
respecto.
Afirma Granma que son nueve los “detenidos muertos bajo custodia 
estadounidense en Guantánamo, el más reciente en septiembre de 2012. 
Según las autoridades, siete de las muertes fueron suicidios, mientras 
que dos se debieron a causas naturales”.
Valle Grande es el depósito de los que esperan condenas, generalmente
 por delitos comunes asociados a la corrupción, el robo con violencia, 
las amenazas y el tráfico de drogas. Considerada una prisión de tránsito
 (estancia máxima de 9 meses a 1 año), la mayoría de los suicidios se 
vinculan a excesivas e injustas condenas.
Entre los más de doscientos centros de reclusión existentes en Cuba, 
sin contar las extintas ESBEC (Escuelas Secundarias Básicas en el Campo)
 convertidas en correccionales por el gobierno del general Raúl Castro, 
Valle Grande está entre las cinco más pobladas. Es, además, un 
reclusorio caracterizado por las pésimas condiciones de hacinamiento, 
los alguaciles corruptos y los motines.
Orestes, Noel, Román y otros reclusos que apostaron por el suicidio 
antes de seguir soportando el encierro en las mazmorras castristas, no 
fueron musulmanes yemeníes o seguidores de Al-Qaeda. 
Sin embargo, la tan
 criticada prisión norteamericana en Guantánamo sería un lugar de lujo 
para ellos y los demás presos cubanos.
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