Ls situación ayer se había vuelto crítica
sábado, noviembre 14, 2015
COSTA RICA (La Nación).- En
medio de un caos y una fuerte presión, el gobierno costarricense acordó
dar visa humanitaria a unos 1 500 cubanos apostados en el puesto
fronterizo con Panamá de Paso Canoas, detenidos por días en este lugar a
falta de papeles migratorios.
La decisión fue comunicada a las siete de la tarde de
ayer viernes, por la oficina de prensa del Viceministerio de
Gobernación, luego de que la protesta de los cubanos se hiciera patente
con el freno al tránsito vehicular en la Interamericana Sur, a unos 500
metros del puesto aduanero en la frontera con Panamá.
Para llegar a este punto, las autoridades atravesaron
etapas de negación frente al cierre de la carretera, siendo que en San
José se rechazaba todo lo que sucedía en este sitio del territorio
nacional.
Antes de la decisión, tomada por el Consejo Nacional de
Migración, la tensión llegó a puntos críticos, con centenares de cubanos
tirados en las calles exigiendo una respuesta del Gobierno
costarricense.
Ellos venían procedentes de Panamá, en donde se les había
dado paso libre bajo la misma figura de visa humanitaria. Antes de esa
escala, habían pasado un viaje lleno de coyotes, traficantes y engaños,
todo en función de escapar de Cuba, donde aseguran que no pueden volver
porque serían procesados.
Largo viaje
Los migrantes dicen escapar del régimen cubano y Costa
Rica es un punto de paso obligado en medio de su travesía, que inició
semanas atrás al llegar a Ecuador, el país más cercano a los Estados
Unidos, que los recibe para que sigan con su camino.
El ingeniero Pavel Agüero, descansa tirado sobre
cartones. Una semana atrás, se escondía en lo profundo de una lancha
buscando bordear por agua el tapón de Darién, sin que los
narcotraficantes lo vieran cruzar en el paso entre Colombia y Panamá.
“Solo queremos que nos dejen pasar”, dice, y su petición
se repite en las voces de decenas de hombres, mujeres y niños que
insisten en que se les había dicho que en Costa Rica se les daba un
salvoconducto para seguir.
Katerina Prota Guada, de 7 años, peina su barbie,
indiferente al calor y a los enojos de sus compatriotas que peinan la
calle desierta de carros, poblada de migrantes que se quejan del
silencio de las autoridades nacionales.
La fila de camiones a los lados de la carretera aumenta.
La vía sigue bloqueada. Los oficiales de tránsito optan por desviar los
carros hacia calles paralelas de lastre, donde los ticos y extranjeros
no cubanos pueden conectarse con el puesto fronterizo.
El calor es un abrazo húmedo y asfixiante que enoja más a
los que esperan, tanto policías como migrantes, a ver qué pasa, pero no
pasa nada. Los cubanos apostados en la calle niegan el paso a los
carros, sea cual sea, menos ambulancias y bicicletas.
“Si no pasamos nosotros, no pasa nadie”, repiten.
Guido Hernández, un vecino del poblado de San Jorge,
trata de pasar el cerco de cubanos en su camioneta blanca cargada de
plátanos verdes. Lo acompaña su esposa, Betania Camacho. La mujer saca
la cabeza del carro y les pide paso. Los cubanos se lo niegan de nuevo.
La barrera se hace más espesa. Los antimotines miraban y callaban.
Betania Camacho entró en cólera, se bajó del vehículo y encaró a la
Policía.
“Aquí no podemos hacer una huelga porque nos tiran los antimotines, pero a ellos sí los dejan”, gritaba la mujer, colérica.
Los policías la miraban en silencio. La mujer se dio la
vuelta y, molesta, se subió al auto para perderse sacando la mano en un
gesto obsceno que resumía su enojo.
La presión siguió
El Gobierno envió una delegación aquí, a Paso Canoas,
justo cuando ya la paciencia de los extranjeros se rebalsaba. Después de
tres horas de silencios y presencia policial, un grupo de negociación
de inmigrantes salió con la noticia de que en San José habían aprobado
la visa humanitaria.
En la calle se dejó oír un grito de júbilo. No era un gol
de Costa Rica que estaba a punto de jugar su partido contra Haití, era
un gol de los cubanos, que ganaban el pase en su camino hacia EE. UU.
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