Raúl Castro debe estar lamentando no haber estrechado con más decisión la mano que le extendió Obama
Por. René Gómez Manzano
LA HABANA, Cuba.- Tras el anuncio de la retirada forzosa de
quince funcionarios de la Embajada Cubana en Washington, dispuesta por
el Departamento de Estado norteamericano, la respuesta de La Habana
consistió en una conferencia de prensa de su ministro de Relaciones
Exteriores, Bruno Rodríguez Parrilla, quien dio lectura a una nueva
Declaración del MINREX cubano y respondió las preguntas de la prensa.
Con ese fin, el principal canal de la Televisión Cubana interrumpió, a
las tres de la tarde, la proyección del oeste de los martes, espacio
muy seguido por los espectadores cubanos. Se trata de una forma algo
burda, pero efectiva, que las autoridades emplearon para garantizar que
sus súbditos siguieran las incidencias de la comparecencia ministerial.
El canciller castrista se empleó a fondo para recalcar que, unas
veces, las autoridades estadounidenses han calificado las agresiones
sufridas por los diplomáticos de ese país en La Habana como
“incidentes”, mientras que en otras ocasiones han hablado de “ataques”.
La poca entidad de esas diferencias terminológicas de detalle no parece
justificar los malabarismos verbales de Don Bruno ni el tiempo que
dedicó a ese asunto.
El hecho cierto es que las autoridades de la Isla no niegan que se ha
producido la agresión. Y aunque casi toda la conferencia de prensa se
centró en el diferendo Cuba-Estados Unidos, resulta innegable que
también Canadá se declara afectado por los actos perpetrados. Con
respecto a ese otro país, Rodríguez Parrilla sólo señaló que se
mantienen “contactos y cooperación” sobre el tema con las autoridades de
Ottawa.
En lo personal, no creo que los castristas hayan realizado los
ataques acústicos de los que se quejan los dos grandes países
angloparlantes de Norteamérica. No es su estilo. En ese contexto, las
seguridades personales que el mismísimo Raúl Castro le dio al Encargado
de Negocios de Estados Unidos parecen constituir un indicio bastante
sólido.
Puesto a especular, prefiero hacer recaer mis sospechas sobre alguno
de los impresentables amigotes que se gasta el gobierno cubano. Las
protestas de no participación hechas por los castristas pierden entidad
si las cotejamos con el antiamericanismo a ultranza de regímenes como
los de Norcorea o Irán, con los cuales su socio de La Habana mantiene
excelentes relaciones.
¿Qué significación podrían tener las negativas veraces hechas por las
autoridades de nuestro país y sus seguridades de respetar la Convención
de Viena, si al mismo tiempo se han producido actos de encubrimiento de
agresiones que pudieran provenir de los repugnantes ayatolas de Teherán
o de los representantes de la tiranía brutal de Pyongyang!
Unos y otros no se han cohibido de realizar en otros países salvajes
ataques incluso peores, como el perpetrado hace años por diplomáticos
iraníes contra cientos de inocentes judíos de nacionalidad argentina en
la AMIA bonaerense o, más recientemente, el asesinato de un hermanastro
de Kim Jong-un en un aeropuerto extranjero.
En cualquier caso, ahora, tras la retirada voluntaria de la mitad de
los funcionarios norteamericanos de Cuba y la expulsión de los quince
diplomáticos cubanos de Estados Unidos, en cada una de las respectivas
embajadas todas las cuestiones consulares deberán ser atendidas por un
solo burócrata. Esto garantiza que, en lo adelante, sólo se atiendan
casos de absoluta urgencia, tal y como se ha anunciado.
Esa virtual interrupción del otorgamiento de visas a los ciudadanos
de uno y otro país constituye un golpe contundente asestado a las
autoridades castristas. En verdad, ahora más que nunca los jerarcas del
Palacio de la Revolución deben estar lamentando no haber estrechado con
más decisión la mano que durante los últimos años de su mandato mantuvo
extendida hacia el Sur el presidente Obama.
Si no lo hicieron porque contaron equivocadamente con la segura
victoria de la señora Clinton en las elecciones del pasado noviembre,
ahora tienen motivos adicionales para lamentar su imprevisión y su
monumental despiste.
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