Carta desde la prisión del terror régimen especial Kilo 8, Camagüey
Por Jorge Félix Otero Morales (condenado a cadena perpetua).
Camagüey.― A la agencia de prensa Hablemos Press.
Mientras el gobierno cubano exporta una política de humanismo hacia distintas partes del mundo con el propósito de limpiar la imagen ante las condenas por las violaciones de los derechos humanos; en el centro de tortura régimen especial Kilo 8, en Camagüey, el aire que se respira es de sufrimiento y dolor.
Extingo una sanción de cadena perpetua, desterrado a cientos de kilómetros de mis familiares. Llegué a este centro de tortura el 19 de julio del 2007, procedente de la prisión de máxima severidad Combinado del Este en La Habana.
El 29 de julio del propio año, un grupo de militares de dicho centro asesinaron a golpes con palo y cabillas a dos jóvenes cienfuegueros que cumplían sanción en este centro.
Aproximadamente a las 6:00 de la tarde del 29 de julio un grupo de reos desataron una rencilla en el destacamento 7 y 8. Mientras se desataba las riña entre los presos, un grupo de militares encabezado por el oficial nombrado Ángel Jiménez, penetraron en el destacamento y comenzaron a golpear con total crueldad a los prisioneros Carlos Labrada Oses, de 24 años de edad, y Amauris Medina Puig, de 27 años de edad, a los cuales le causaron la muerte.
Ante este crimen, me levanté en protesta en unión de muchos prisioneros, los cuales fuimos también golpeados con palos. Después de la golpiza fuimos encerrados en celdas de castigo, sin agua, luz eléctrica y bajo constantes amenazas de ser torturados por los militares involucrados en este asesinato que aún gozan de impunidad y continúan ejerciendo las funciones de verdugo al servicio del régimen castrista.
El 19 de abril de 2010, un grupo de militares acompañados por el oficial Yoel Parra Hernández, le proporcionaron una salvaje golpiza al prisionero Lázaro Cúrvelo Valdivia por el solo hecho de gritar en medio de la desesperación "militares es preferible que me maten a palo que continuar viviendo bajo estas condiciones". Los militares al escuchar el clamor del desesperado prisionero comenzaron a golpearlo.
A mi reclamo por la injusta golpiza que le estaban proporcionando a Lázaro, el oficial Yoel Parra Hernández ordenó al oficial Julio abrir mi celda. Los militares invadieron mi calabozo y comenzaron a golpearme hasta dejarme inconsciente. En éste estado me dejaron tirado en el suelo sin darme asistencia médica.
Ni un analgésico para aliviar mis dolencias apareció. Mi celda se encontraba oscura y no podía percibir cómo estaba mi cuerpo. Permaneciendo sin moverme hasta el amanecer del día siguiente.
El fuerte dolor me provocaba respirar con dificultad, un golpe en mi pie derecho me impedía apoyar y presentaba fracturas en las costillas.
En estas condiciones se me puso el castigo en celda inhóspita, sin agua, sin luz, sin ropa, sin colchón, sin nada.
Las condiciones de vida a que somos sometidos los condenados a perpetua, es vivir confinados en una celda solitaria, recibiendo una pésima alimentación por debajo de las rejas, bajo un sistema médico muy deficiente donde los presos sufren las penalidades y carencia de medicamentos y personal especializado en la medicina.
La dirección del centro de tortura en complot con los órganos de la Seguridad del Estado cubano me mantiene en solitario. Con el propósito de desequilibrar mi estado de ánimo y llevarme a una auto agresión, métodos muy usado por estos órganos.
Me condenaron a perpetua por correr con mi esposa e hijo a la espalda para las escalerillas de un avión en el aeropuerto José Martí en La Habana queriendo abandonar el país ya que no soportaba vivir donde no se tiene futuro.
Nota: Este texto fue transcrito por Magaly Norvis Otero Suárez.
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