LA HABANA, Cuba,
Este último martes, las autoridades cubanas finalmente reconocieron el
derecho de Calixto R. Martínez Arias a salir en libertad, después de
haber cumplido más de 6 meses en prisión, inicialmente por el delito de
“desacato a las figuras de los líderes de la revolución”. No tuvo juicio
previo.
Martínez Arias realizó en dos ocasiones lo que se conoce en la
historia del presidio político cubano -posterior a 1959-, como
“plantarse”: Se declaró en huelga de hambre. En la primera, permaneció
33 días sin ingerir alimento; en la segunda, 22. Hasta que, al cabo de
la segunda huelga, le fue comunicado por la seguridad del Estado que su
caso había sido revisado y habían “comprendido” su demanda de libertad.
-La primera huelga de hambre, la inicié protestando por mi estadía en
la prisión Combinado del Este. -explicó Martínez Arias-. También estaba
negado a usar ropa de preso. Cuando un preso se declara en huelga de
hambre, los guardias utilizan muchos métodos para hacerlo desistir. Lo
primero que te dicen es que estás cometiendo una indisciplina, que te
perjudica para obtener derechos, tales como el derecho a la libertad
condicional, el derecho a recibir visitas familiares y conyugales. Y por
último, te llevan a la enfermería, donde la doctora te toma los signos
vitales y te adjunta un papel que se llama apto celda, que significa eso mismo: que estás apto para ser llevado a las celdas de castigo.
-La celda de castigo mide unos 2 metros de ancho, por 2, 50 de largo.
No tiene luz. Tiene un baño llamado “turco”, y una pila de agua donde
puedes abastecerte dos veces al día, cuando los guardias la ponen. Hubo
días en que me negaron el agua, porque un capitán -que decía ser el
segundo jefe del edificio 3, donde yo me encontraba recluido-, decía que
yo no podía tomar agua y me la quitaba…Por el día tienes que estar
tirado en el piso o mantenerte de pie. Con ese objetivo, ellos te
retiran el colchón. A mí me dejaron vestido, pero me quitaron cualquier
cosa con la que poder cubrirme…Pasé días muy fríos, sobre todo en la
primera huelga. Esas celdas son muy húmedas y muy frías, porque están
preparadas para eso. Hubo momentos en que tuve que dormir sentado en el
piso, tirado contra la pared, porque los guardias llegaban muy tarde a
darme el colchón. Acostarse en el piso es coger una enfermedad pulmonar
segura, por el frio y la humedad. El piso es muy sucio porque las celdas
no se limpian. Hay muchos insectos: ratas grandísimas, cucarachas por
montones. Es un sacrificio que uno tiene que pagar convencido de que
todo eso está diseñado para torturarte sicológicamente.
-En la segunda huelga de hambre, a los 16 días, me llevaron a lo que
ellos llaman el área de “la incrementada”, que es de mayor rigor. Luego
me sacaron de allí, al cabo de un día, y me llevaron a una celda de más
rigor aun. Allí las condiciones son más severas. Tienen hasta una cámara
para vigilarte todo el tiempo. Ahí no te apagan la luz.
En la segunda huelga de hambre, Martínez Arias comenzó a sangrar
abundante de las encías y empezaron a caérsele los dientes. Perdió más
de 20 kilogramos de peso. Pero asegura: “Me hice mucho más fuerte”.
El Órgano Oficial del Partido Comunista de Cuba, Granma, el pasado
miércoles 10 de abril, publicó la versión de las “buenas condiciones” en
que viven los presos en las cárceles cubanas. Al respecto, Martínez
Arias expresó:
-Esto es un absurdo; puedo asegurar que desde el mes de diciembre
esto se venía preparando: En el mes de diciembre, a nosotros se nos
informó de que periodistas de la prensa nacional y extranjera acreditada
en Cuba iban a visitar la prisión Combinado del Este. El mayor Rodolfo,
que es el que dirige el edificio donde yo me encontraba, un edificio
para “pendientes”, nos explicó que a esa visita no se le iba a dar
acceso al edificio de nosotros por las pésimas condiciones del lugar.
Los presos conviven allí en estado de hacinamiento, porque todos los
días entran muchos presos “pendientes”.
-Tiene además muchas filtraciones, y los baños están en condiciones
de insalubridad extrema. El edificio está apto para declararlo
inhabitable. Allí él explicó que no se iba a llevar a los visitantes,
por esas condiciones, y que esta decisión no era mala porque, y casi lo
puedo citar textualmente, “cuando una visita va a la casa de uno, uno
trata de enseñarle lo mejor a la visita y no las partes malas.” Que para
eso, dijo, se iba a reparar un ala del edificio No.1. La prensa
extranjera no debe tener acceso a las celdas de castigo. De hecho, en
ninguna de las fotos que ellos dejan ver, se ven dichas celdas.
En Cuba, el ejercicio del derecho que tiene toda persona a investigar
y recibir información, así como el de difundirla, sin limitación de
frontera, por cualquier medio de expresión -según consta en el artículo
19 de la Declaración Universal de Derechos Humanos-, puede ser
considerado un delito. Sin embargo, en ocasiones, para llevar a un
periodista independiente a la cárcel, como ha sido el caso de Martínez
Arias, las autoridades le imputan cargos de delitos comunes, para
desviar el carácter político de la detención.
El día 16 de septiembre de 2012, Martínez Arias había estado
averiguando en las inmediaciones del aeropuerto internacional José Martí
-con algunos trabajadores de la terminal-, acerca de un lote de ayuda
médica, proporcionada por organizaciones internacionales humanitarias,
para enfrentar el brote de cólera y de dengue y que, por un mal manejo
oficial, se habría echado a perder.
A la salida del aeropuerto, mientras él y otras personas se cobijaban
de la lluvia, subidos en los bancos de la parada de la guagua para
evitar los charcos, un carro patrullero llegó y les puso multas a todos;
pero Martínez Arias fue trasladado a la unidad de policía de Santiago
de las Vegas, en principio por estar “ilegalmente” en La Habana,
teniendo una dirección de la provincia de Camagüey. Martínez Arias alegó
en su defensa que “los hermanos Fidel y Raúl Castro eran oriundos de la
provincia de Oriente”.
-Inmediatamente – describe el propio activista-, los policías me
esposaron, me condujeron a un pasillo oscuro y me golpearon fuertemente.
Los policías que le detuvieron y golpearon, lo acusaron entonces de
“desacato a las figuras de los líderes de la revolución”. Fue
automáticamente trasladado a la prisión de Valle Grande, y de allí, como
castigo por haber continuado denunciando a través de sus colegas los
abusos de los derechos humanos a la población penal, fue llevado a la
prisión Combinado del Este, de máximo rigor.
En el transcurso de la primera huelga de hambre, la seguridad del
Estado comunicó a Martínez Arias que la petición fiscal había quedado en
“desacato” y “resistencia”, por haber ofendido a un policía.
-Si yo hubiera reaccionado durante la golpiza que me propinaron,
esquivando un golpe, o lanzando otro golpe defensivo al policía que me
estaba dando la paliza, hubiera sido acusado de “atentado” -comentó
Calixto-. La policía en Cuba puede sentirse “ofendida” y “agredida” si
no se reacciona con absoluta pasividad ante la arbitrariedad y la
brutalidad, y luego realiza la acusación de “desacato” y “atentado”,
respectivamente, que conduce al detenido a la prisión.
Martínez Arias está convencido de que la visibilidad que le otorgó
haber sido declarado preso de conciencia por Amnistía Internacional,
unida a la solidaridad de activistas de derechos humanos, periodistas
independientes dentro de la Isla, y muchos medios extranjeros con la
participación de cubanos en el exterior, consiguieron enviar el mensaje
al gobierno de Raúl Castro de que una persona encarcelada por ejercer su
derecho a la libertad de expresión no está sola; y no será posible
mantenerla en la cárcel sometida a tratos crueles, inhumanos y
degradantes sin un costo político muy alto que le resta espacio a la
impunidad.
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