LA
HABANA. (NH)- La empresa estatal cubana Provari es conocida en la isla
por hacer casi de todo, desde ladrillos y bloques de construcción hasta
colchones, artesanías para turistas y el insecticida Lomaté.
Lo
que es menos conocido es que la vasta mayoría de sus trabajadores son
presos, lo que los disidentes denuncian como “trabajadores esclavos” que
laboran con poca seguridad y reciben bajos salarios o no les pagan
nada.
El
trabajo en las prisiones cubanas es extenso, pero “como la cara oculta
de la luna, es poco conocido”, declaró Elizardo Sánchez Santa Cruz,
quien dirige frente de la Comisión Cubana para los Derechos Humanos y la
Reconciliación Nacional.
Un
folleto de la empresa Provari dice que en el 2001 tenía 150
instalaciones de producción en la isla. Sánchez afirmó que opera en
virtualmente en todas las 200 prisiones y campos de labor que se calcula
hay en Cuba.
El
trabajo en las prisiones es común en todas partes del mundo. En Estados
Unidos, los presos hacen placas de autos, muebles para el gobierno y
mucho más. En las prisiones estatales de la Florida se requiere a los
presos que trabajen a menos que estén exentos por razones médicas u
otras. La mayoría no gana nada, y los trabajadores en los comedores, las
barberías y otros pocos ganan sólo $50 al mes.
“No
hay objeciones en principio a las compañías que manejan fábricas en las
prisiones”, aseguró Andrew Coyle, del Centro Internacional para
Estudios de Prisiones en Londres. Pero los reclusos deben tener los
mismo salarios y condiciones de trabajo de los otros empleados de las
compañías. “Esto no debe ser trabajo forzado o esclavo”.
Pero
Cuba es una dictadura, comentó Sánchez, donde el gobierno comunista
puede hacer cualquier cosa y mantenerlo en secreto. Eso incluye explotar
a los presos y castigar a cualquiera que se queje.
Agregó
que estaba especialmente preocupado sobre las condiciones de seguridad
laboral en las fábricas en las prisiones y señaló al insecticida Lomaté,
fabricado en el Combinado del Este, en La Habana, y en otras prisiones
de la isla.
Los
trabajadores agrícolas rara vez obtienen ropas especiales para
protegerse de las sustancias químicas, y los cortadores de caña
raramente reciben las botas adecuadas para proteger sus pies de los
machetes, indicó Joel Brito, quien trabajó como experto en seguridad
laboral del único sindicato de la isla, la Central de Trabajadores de
Cuba.
El
Ministerio del Interior (MININT) y el Ministerio de las Fuerzas
Armadas, dueños de un gran número de empresas de manufactura y
construcción, no informan de accidentes industriales a la Oficina
Nacional de Estadísticas, destacó Brito.
“No
hay medios de protección por falta de recursos financieros. Si eso se
da en la economía estatal, imagínate cuando se trata de un prisionero”,
agregó Brito, quien ahora encabeza un grupo de Miami que supervisa los
abusos laborales en Cuba.
Preguntas
sobre el trabajo en las prisiones en Cuba surgieron la semana pasada en
medio de informes de que la cadena de muebles IKEA y una firma alemana
oriental habían contratado a la compañía estatal cubana EMIAT, para usar
el trabajo en las prisiones con el objetivo de manufacturar mesas y
sofás en 1987.
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