Mi hijo de 28 años: joven, hermoso, inteligente y bueno, fue 
sorprendido por una cuadrilla de asesinos sádicos que, sin otro 
propósito que el de acuchillar, lo acribillaron a golpes y puñaladas. 46
 contusiones encontraron los forenses en el cuerpo de mi querido Mandy
  
Mandy Junco, hijo del escritor camagueyano Pedro Junco, asesinado por una pandilla callejera (foto tomada de Café Fuerte)
Me
 es muy difícil escribir. Todos aquellos padres y madres que lean estas 
líneas, sitúense en mi lugar. Por un minuto solamente piensen que ha 
sido un hijo suyo el que ha muerto a puñaladas en la calle a manos de 
cuatro asesinos que ni siquiera lo conocían, que ni siquiera lo hicieron
 para robarle o cobrarle cuentas. 
Piensen que el móvil fue matar, el placer de matar. Sitúense solo por
 un minuto y luego asimilen lo que han sentido en el corazón. Eso es lo 
que yo vengo soportando y soportaré hasta el fin de mi existencia.
Escribo para agradecer a tantas personas que, dentro y fuera del 
país, han estado a mi lado en estos días: los momentos más crueles que 
he sufrido en mi larga existencia. También lo hago para tantos amigos 
que no se han enterado todavía.
El sábado 16 de mayo, entre las 2 y 40 y 3 de la madrugada, mi hijo 
de 28 años: joven, hermoso, inteligente y bueno, fue sorprendido por una
 cuadrilla de asesinos sádicos que, sin otro propósito que el de 
acuchillar, lo acribillaron a golpes y puñaladas. 46 contusiones 
encontraron los forenses en el cuerpo de mi querido Mandy. 
Era un 
rockero jovial, siempre sonriente. No tenía enemigos.
 Adorado por las 
jovencitas más lindas de la ciudad. Regresaba de un festival de rock, en
 el que debía participar como guitarrista con su grupo a la noche 
siguiente. Minutos antes de su asesinato conversó con amigos de sus 
proyectos, de los éxitos que ya iba alcanzando y esperaba superar cada 
día más, pues ya era un profesional de la música.
Quiero dejar escrito lo que siento en este minuto. Como dije ayer a 
un sacerdote, estoy bravo con Dios. Y le pregunto: Señor Todopoderoso, 
¿dónde estabas a esa hora que permitiste tamaña injusticia? ¿Dormías 
acaso que no corriste en su ayuda? ¿Qué deudas teníamos contigo? Creo en
 ti, Señor Todopoderoso, porque lo evidencio, pero dudo de tu bondad y 
de tu justicia.
A quienes gobiernan mi país y dictaminan las leyes; a los miembros de
 tribunales que dicen hacer justicia: ¿hasta cuándo habrá que esperar 
para que hechos terroristas como éste no reciban castigos 
 ejemplarizantes?
 Los causantes de hechos de sangre van a las cárceles 
como a becas y allí dentro se forman como licenciados, gozan de 
pabellones mensuales con sus mujeres, disfrutan pases periódicos y, a la
 mitad de su condena, si tienen buena conducta se les otorga la libertad
 “condicional”, que muchos aprovechan para volver a matar impunemente, 
porque ya en Cuba no se aplica la pena de muerte.
La ciudad de Camagüey está electrizada con este hecho. Mi hijo fue la
 tercera víctima de la pandilla que esa madrugada ejecutaba el delito 
continuado. Casi a diario surgen en nuestras calles casos como este; 
pero la prensa, amordazada, no está facultada a difundirlos. Y ocultar 
la verdad es la manera más sórdida de mentir.
La consternación que hoy me embarga no se apartará de mí mientras yo 
exista. Pero desde ahora en adelante lucharé con todas mis fuerzas para 
que las calles de nuestra ciudad sean verdaderamente seguras para 
nuestros jóvenes, cuyos padres hoy, espantados, los acorralan en sus 
casas. Hoy me ha tocado a mí. Mañana la víctima puede ser un hijo de 
ustedes.
Exijamos justicia verdadera. Castigo ejemplarizante.
He sido un fervoroso defensor del derecho a la vida. Pero si es 
necesaria la aplicación de la pena máxima para salvar a personas 
inocentes, pues sea aplicada.
Pedro Junco López: Escritor y bloguero camagueyano. En 1987 obtuvo el premio de testimonio en el concurso David con La furia de los vientos. Su
 testimonio da cuenta del asesinato de su hijo Pedro Armando Junco 
Torres, guitarrista de la banda Strike Back, que participó en el 
Festival de Rock Sonidos de la Ciudad, en Camagüey. Este artículo 
apareció en su blog La furia de los vientos.
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