El diario oficialista Granma reconoce que el fin del embargo
obligaría a pagar por licencias de software. El Software Libre podría
ser una solución, pero imponerlo por la fuerza en las instituciones
cubanas, no ha logrado resultados en más de una década.
MIAMI – El uso extendido de software propietarios, sin pago previo de
licencias, fue reconocido por el diario oficialista Granma, en un
reportaje publicado ayer jueves 21 de mayo.
En el mismo también se
analizaron las posibilidades del país para enfrentar un posible
levantamiento del embargo y la obligación, en consecuencia, de pagar las
licencias de uso de tales aplicaciones.
El artículo, titulado “¿Una opción viable para Cuba?“,
de la periodista Amaya Saborit Alfonso, admitió que es masivo el uso de
software propietarios, tales como Windows, Corel-Draw, Photoshop o
SAP, en toda la Isla, y señaló los precios de los mismos en el mercado
internacional.
“El precio de un sistema operativo de Windows se
encuentra entre los 119 y 219 USD y el paquete de Office (Word, Power
Point, Excel, Access, Outlook…), entre los 240 y 680 USD. Entonces
¿podríamos pagar precios como esos?”, apunta la autora.
El embargo de Estados Unidos a Cuba no permite que los usuarios de
estos software puedan pagar sus licencias.
“¿Qué ocurrirá entonces si
desaparecieran, a instancias del proceso de normalización de las
relaciones Cuba-Estados Unidos, las circunstancias que hoy no nos
obligan a pagar el uso de estos programas y sistemas?”, apunta.
El software propietario se refiere a cualquier programa informático o
aplicación en la cual el usuario no puede acceder al código fuente o
tiene un acceso restringido limitándose en sus posibilidades de uso,
modificación y redistribución.
El software libre es aquel que tiene
abierto su código fuente y puede ser distribuido, modificado, copiado y
usado libremente.
La solución impuesta, el software libre
“Como país subdesarrollado, la migración a software libre se impone
en el camino hacia el alcance de una auténtica independencia
tecnológica. Para ello, debemos cimentar nuestras bases con software que
no dependan de ningún monopolio extranjero, y que principalmente sea
posible analizar y modificar por nuestros profesionales”, recomienda
Saborit Alfonso.
Sin embargo, desde 1999 la Aduana de Cuba, institución pionera en
este campo, junto a otras instituciones gubernamentales cubanas, han
estado tratando de adoptar software libre, en la mayoría de las
ocasiones, infructuosamente. Como admite el artículo de Granma, según la
Oficina Nacional de Estadística e Información (ONEI), la mayoría de las
máquinas que operan en Cuba emplean Microsoft Windows, y la mayoría
de los usuarios utiliza Word, PowerPoint, Photoshop, etcétera,
programas empleados sin el autorizo de las empresas que los diseñan.
El problema principal es que, como pasa con todo lo que se hace “en
socialismo”, se ha tratado de imponer el software libre por la fuerza
del poder centralizado, no mediante el entrenamiento y la educación
sobre sus ventajas y desventajas.
Esto se suma a los problemas de
compatibilidad de hardware y las deficiencias propias del software libre
que, por lo general, no es sencillo de utilizar para el usuario
promedio.
En 2003, llegó una “circular” (orden del gobierno central) al
laboratorio de computación de una de las universidades en la Isla.
Inmediatamente, los informáticos de la institución pusieron manos a la
obra e instalaron Linux en todas las máquinas.
Al día siguiente
comenzaron las quejas de los usuarios y de los jefes de bajo rango; no
sabían cómo usar aquello y el software al que estaban acostumbrados
había cambiado de la noche a la mañana.
Además, los problemas de
incompatibilidad, tanto en software como en hardware, hacían casi
imposible llevar a cabo el trabajo diario.
En menos de una semana los jefes orientaron, de manera subrepticia
para que no se enteraran sus superiores, volver a instalar Windows en
las máquinas, el Linux había durado, como reza el popular refrán cubano,
menos que un merengue en la puerta de un colegio.
Es de imaginar que
esta situación se repitió a lo largo del país, pues más de 10 años
después, continúa reinando Microsoft Windows y Microsoft Office en Cuba,
según reconoce el trabajo de Granma.
El Software libre para sobrevivir, debe competir, evitar la línea de comandos y remunerar a los programadores
¡Sacrilegio! Cobrar por Software Libre y evitar la línea de comandos,
muchos informáticos, fanáticos a nivel de culto, pondrán el grito en el
cielo cuando lean este texto. Sin embargo, se puede observar uno de los
más éxitos rotundos basados en software libre:
El sistema operativo
Android, basado en el Kernel de Linux y creado por la compañía
norteamericana Google Inc.
Android ha logrado convertirse en una
plataforma muy lucrativa que en 2014 contaba con un billón de usuarios
activos y más aplicaciones móviles publicadas que Apple y Microsoft.
Una
gran parte de este éxito se debe a que provee una interfaz súper
sencilla para el usuario promedio, además de que brinda oportunidades
muy lucrativas de remuneración para los programadores que lo utilizan
como plataforma.
Las nuevas y prometedoras posibilidades de micropagos que brinda la criptodivisa Bitcoin
podrían ayudar en el futuro a monetizar implementaciones basadas en
software libre que puedan competir con el software propietario.
La línea de comandos, aunque muy útil para los programadores y “cool”
para los nerds, para el usuario promedio es una pared de concreto
contra la que se estrellan aquellos que desean incursionar en el
software libre por primera vez.
La línea de comandos debería ser una
herramienta solo disponible para usuarios avanzados, jamás un requisito
para utilizar el software o instalar un driver. De hecho, lejos de
sentirse orgullosos, los programadores que obligan al usuario a utilizar
la línea de comandos deberían verlo como una falta y no como un logro.
Lo difícil es crear una interfaz atractiva, útil y sencilla que pueda
competir en el mundo moderno. Todo sistema operativo que requiera que el
usuario común utilice la línea de comandos al menos una vez debería
pertenecer a un museo de la década de los 80.
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