POR ADELA SOTO
PERIODISTA Y ESCRITORA.
Muchas fueron las cosas que
sucedieron en la isla cuando allá por los años noventa el período especial
azotó la economía del pueblo.
Todo fue terrible, como para
recordar de por vida, incluso después de la despenalización del dólar se
perdieron aun más los valores humanos y dentro de ellos se encontraba la
juventud, la que dejó de tener opciones recreativas, pues todo paso al área de
la divisa, provocando esto que la inexperiencia de a pie, (bajos recursos) tuviera
mucho más tiempo libre para los malos pensamientos, los que llegaron a ser tan
macabros que cuando una piensa en ellos se horroriza.
Y esto ocurrió, porque no todos
se adaptaron a acuadrillarse frente al televisor sábado por sábado en espera de
un buen filme, o programa de participación. Pues en Cuba se adolece mucho de
este tipo de entretenimiento, ya que la programación se rige más por patrones
de corte ideológico y político que a refrescar y entretener las turbadas
mentes.
La otra opción que les dejaron
fue la acera a la que acudían llenos de abulia, y entre un ensarte de mentiras
piadosas y no piadosas se iban inmiscuyendo en el cruel egocentrismo que muchas
veces los llevó al alcohol y la drogadicción.
Otros de estos jóvenes
encontraron una buena distracción en el sexo, el que cogieron como hobby, sin
amor, ternura, condiciones o conocimientos en educación sexual, así se les veía
sin protección ni sentido deambulando por la vida.
Supe de infinidad de casos que
utilizaban los albergues estudiantiles como posada, donde unos velaban a los
otros, y en las mismas literas donde dormían, practicaban su sexualidad
inexperta y torpe, la que no más de una vez condujo a adolescentes femeninas a
la frigidez incurable y al vaginismo, todo producto de las manipulaciones sin
imaginación ni conocimientos en este campo tan complejo en la pareja.
Esta práctica también provocó que
los varones se convirtieran en maquinarias sexuales, y en machistas
empedernidos.
Normita la hija de Marilú mi
vecina fue una de las que engrosó las filas del jineterismo, por miseria y por
engaño. Su necesidad e inmadurez se conjugaron para ser presa fácil de un
momento de desespero.
Una mañana de noviembre bajo un
intenso frió, la vi muy tempranito recostada a la verja que daba paso al portal
de la vivienda donde residía con su hermana menor Zoraida y su madre Marilú.
Me le acerqué preocupada,
preguntándole qué le sucedía. Primero me dijo que nada, después decidió
contarme con pocas palabras, que necesitaba un vestido nuevo y un par de
zapatos para asistir a una entrevista de trabajo, pero no tenía dinero para
comprarlos.
No comprendí bien su respuesta,
pero le seguí la conversación para obtener mejores datos de la entrevista, pues
ella solamente tenía quince años, y no era posible pues debía tener diecisiete
para comenzar a laboral.
A los pocos minutos del
intercambio de palabras me dijo que un taxista que trabajaba en el hotel y muy
amigo de un extranjero que tenía un negocio de fotografías para una revista
europea le había ofertado un trabajo por 100 dólares la noche, que solamente
era posar para unas fotos en trusa más o menos por dos horas, pero que si no
iba presentable no le darían el empleo.
Le pregunté que sí su mamá sabía
de eso, y me contestó afirmativamente, aun así pensé que era mejor yo misma
decírselo y aconsejarla de las posibles complicaciones del asunto.
Por lo que fui de inmediato a
casa de Marilú y se lo enfoqué de forma inteligente pues, aunque teníamos
confianza suficiente para tratar cualquier situación, sabía de su escasez
mental, y de las necesidades perentorias que flagelaban su hogar.
Marilú mucho más entusiasmada que
la hija me afirmó que la oferta era un negocio redondo, después me relató los
por qué y por cuánto de la trama y hasta me afirmó que su muchacha tenía
condiciones para modelo, además muchas chicas se casaban con extranjeros y se
iban para otros países, y quien quitaba que su niña le gustara a los dueños del
negocio de fotografías y ahí encontraba su futuro, con intentar no perdía nada
y la suerte era loca y a cualquiera le tocaba.
Después me comenzó a poner
ejemplos, de que si Julita y Martica, eran modelos en México gracias a la ayuda
de un mexicano que vino de visita y las conoció por casualidad.
De que si Olga se casó con un
francés, que, si Lourdes la mantiene un alemán, en fin tantas cosas me dijo que
no sabía ni como convencerla del peligro que podía estar corriendo su hija.
En parte lo de modelo de ser
cierta la oferta era posible, quince años recién cumplidos, alta, delgada, de
buen cuerpo, pelo negro largo, ojos verdes, coposas pestañas, y un cutis suave
como una rosa, pero lo que no comprendía Marilú era que a pesar de todas estas
cosas tenía muy corta edad, experiencia y sabiduría para enfrentar la manada
que se le avecinaba.
Normita llegó en el momento menos
esperado de la conversación, y con mucho ímpetu me pidió que no me metiera en
sus asuntos privados, que ella hacía con su vida lo que le viniera en gana, que
yo era una envidiosa. Todo esto acompañado de una avalancha de palabras
obscenas.
Pues bien, nada se podía hacer en
este caso, y si ella lo aceptaba junto a la madre, mucho menos, además me di
cuenta perfectamente que el factor dólar había aturdido las entendederas de
estas dos mujeres, por lo que decidí regresar a mi hogar y no volver a meterme
en problemas de nadie.
Pasaron varios días de este
incidente cuando una mañana sentí unos fuertes gritos de auxilio que venían de
la calle. Así fue como supe de la muerte inesperada de Normita, había ingerido
gran cantidad de salfumante y psicotrópicos para que su expiración fuera
segura.
En el sepelio Marilú me contó con
detalles todo lo sucedido en el negocio redondo. Al fin el mismo taxista,
consiguió el vestido y los zapatos, así como un montón de alhajas propias de la
ocasión y se fue para el debut en horas de la noche.
Allí tuvo que posar desnuda por
más de cinco horas de tomas fotográficas y de video, después tuvo que realizar
pornografía con tres hombres y dos mujeres, el final fue ser violada por el
dueño de la acción, que antes de pagarle los 100 dólares le dijo que si no se
dejaba hacer el amor no le pagaba lo acordado.
Normita había caído en un negocio
de tráfico de sexo el cual desquebrajó su inocencia y psiquis. Había sucumbido
por necesidad económica en las garras de un taxista proxeneta que resolvía la
suya a la caza de los extranjeros que viajan a la isla en busca de muchachitas
incautas, con el objetivo de acumular fondos para sus bolsillos y calmar sus
aberraciones a bajo costo.
Lo cierto fue que Normita después
de enfrentarse a la jauría y cobrar los 100 dólares acordados, no tuvo más
salida que el suicidio.
La muerte de esta muchacha me
puso los pelos de punta y la ira en el superlativo.
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