Juan O. Tamayo
jtamayo@elnuevoherald.com
En una pared de la cárcel del Combinado del Este en La Habana hay una cita de Fidel Castro jactándose del esfuerzo de su revolución por educar a los cubanos, incluso los que están en prisión:
“DONDE ESTAN TODOS AQUELLOS QUE NO TUBIERON [sic] EDUCACION... DONDE ESTEN EDUQUEMOLOS [sic]”.
El cartel, de sólo 11 palabras, tiene dos atroces faltas de ortografía.
Y pone de manifiesto hoy en día la distancia existente entre los repetidos alardes del gobierno de tener un sistema de prisiones humanitario, y las realidades en una isla con escasos recursos y aún menos paciencia ante cualquier indisciplina, criminal o política.
Diez videos sacados clandestinamente del Combinado del Este y dados a conocer el jueves mostraron inodoros asqueantes, celdas con paredes mohosas, filtración de aguas residuales y una comida descrita como peor que la “comida para animales”.
Pero es imposible comparar las cárceles cubanas con las de otros países, ya que Cuba no permite que la Cruz Roja, las Naciones Unidas o ninguna otra organización independiente inspeccione sus prisiones.
“Sabemos que hay problemas en las prisiones en América Latina y también Africa y Asia. Pero esos problemas son de conocimiento público. En el caso de Cuba, no hay información”, declaró desde La Habana el activista de derechos humanos Elizardo Sánchez Santa Cruz.
Aunque el gobierno cubano no hace públicas las cifras sobre su sistema de prisiones, la Comisión Cubana de Derechos Humanos y Reconciliación Nacional estima que la isla tiene entre 70,000 y 80,000 presos en alrededor de 200 cárceles y campamentos de trabajos forzados. Cuba tenía 14 cárceles y unos 4,000 presos antes de la revolución de Castro en 1959.
En un país de 11.2 millones de personas, la cifra de 70,000 representaría 625 personas por cada 100,000. Estados Unidos tenía la tasa de encarcelamiento más alta del mundo en el 2009, con 743 por cada 100,000.
José Miguel Vivanco, director del programa de las Américas de Human Rights Watch, dijo que solamente vio las oficinas de las cárceles cuando se reunió con 10 presos políticos durante una visita en 1995, pero los presos le dijeron que las condiciones eran “absolutamente atroces, terribles, inhumanas”.
Mucha de la información sobre las cárceles cubanas en años recientes proviene de los disidentes encarcelados porque los presos comunes por lo general tienen un mayor miedo a las represalias si hacen públicas sus quejas, comentó Sánchez Santa Cruz por teléfono desde La Habana.
Anderlay Guerra, de 33 años, quien estuvo preso cuatro años por tratar de salir ilegalmente de Cuba, relató que los guardias de la cárcel en Guantánamo golpeaban a menudo a los presos y los dejaban esposados por horas en una posición conocida como El Balancín: boca abajo, con las manos atadas a las piernas por detrás de la espalda. Otra posición era llamada la Shakira porque obliga a los presos a moverse de un modo que recuerda las contorsiones de la famosa cantante colombiana.
La prisión estaba además atestada, con 15 o 16 presos apretujados en celdas concebidas para 12, y daban una comida tan mala que muchos sufrían de úlceras y otras enfermedades del estómago, afirmó Guerra el jueves a El Nuevo Herald.
“DONDE ESTAN TODOS AQUELLOS QUE NO TUBIERON [sic] EDUCACION... DONDE ESTEN EDUQUEMOLOS [sic]”.
El cartel, de sólo 11 palabras, tiene dos atroces faltas de ortografía.
Y pone de manifiesto hoy en día la distancia existente entre los repetidos alardes del gobierno de tener un sistema de prisiones humanitario, y las realidades en una isla con escasos recursos y aún menos paciencia ante cualquier indisciplina, criminal o política.
Diez videos sacados clandestinamente del Combinado del Este y dados a conocer el jueves mostraron inodoros asqueantes, celdas con paredes mohosas, filtración de aguas residuales y una comida descrita como peor que la “comida para animales”.
Pero es imposible comparar las cárceles cubanas con las de otros países, ya que Cuba no permite que la Cruz Roja, las Naciones Unidas o ninguna otra organización independiente inspeccione sus prisiones.
“Sabemos que hay problemas en las prisiones en América Latina y también Africa y Asia. Pero esos problemas son de conocimiento público. En el caso de Cuba, no hay información”, declaró desde La Habana el activista de derechos humanos Elizardo Sánchez Santa Cruz.
Aunque el gobierno cubano no hace públicas las cifras sobre su sistema de prisiones, la Comisión Cubana de Derechos Humanos y Reconciliación Nacional estima que la isla tiene entre 70,000 y 80,000 presos en alrededor de 200 cárceles y campamentos de trabajos forzados. Cuba tenía 14 cárceles y unos 4,000 presos antes de la revolución de Castro en 1959.
En un país de 11.2 millones de personas, la cifra de 70,000 representaría 625 personas por cada 100,000. Estados Unidos tenía la tasa de encarcelamiento más alta del mundo en el 2009, con 743 por cada 100,000.
José Miguel Vivanco, director del programa de las Américas de Human Rights Watch, dijo que solamente vio las oficinas de las cárceles cuando se reunió con 10 presos políticos durante una visita en 1995, pero los presos le dijeron que las condiciones eran “absolutamente atroces, terribles, inhumanas”.
Mucha de la información sobre las cárceles cubanas en años recientes proviene de los disidentes encarcelados porque los presos comunes por lo general tienen un mayor miedo a las represalias si hacen públicas sus quejas, comentó Sánchez Santa Cruz por teléfono desde La Habana.
Anderlay Guerra, de 33 años, quien estuvo preso cuatro años por tratar de salir ilegalmente de Cuba, relató que los guardias de la cárcel en Guantánamo golpeaban a menudo a los presos y los dejaban esposados por horas en una posición conocida como El Balancín: boca abajo, con las manos atadas a las piernas por detrás de la espalda. Otra posición era llamada la Shakira porque obliga a los presos a moverse de un modo que recuerda las contorsiones de la famosa cantante colombiana.
La prisión estaba además atestada, con 15 o 16 presos apretujados en celdas concebidas para 12, y daban una comida tan mala que muchos sufrían de úlceras y otras enfermedades del estómago, afirmó Guerra el jueves a El Nuevo Herald.
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