Por Carlos Ríos Otero
LA HABANA. – Las condiciones de vida de los presos en la cárcel de Quivicán, a unos 30 kilómetros al sur de La Habana, están sufriendo un deterioro en todos los órdenes: la represión es mayor, la comida es nauseabunda, los servicios médicos son deficiente y la higiene cayó en punto rojo, ya que las aguas albañales se filtran en todas las galeras y pabellones.
Según información de activistas del Presidio Político “Pedro Luís Boitel” de ese penal, los oficiales Paneque, Vaillán y Biscet, golpean a los reclusos con esposas que utilizan como manoplas. Además, para aterrorizar a los presos, los guardias azuzan los perros contra ellos, sin haber amotinamiento.
Las fuentes de esta información añaden que el preso Salvador Ferrer Rodríguez, que murió este año en esa cárcel, según certificó el parte médico oficial “por tuberculosis”, en realidad falleció debido a una golpiza con manopla propinada por los guardias, que por último lo lanzaron escalera abajo.
Los reclusos Norberto Núñez y Alexander Suárez informaron a la prensa independiente sobre la muerte de Ferrer; al primero le fueron suspendidos los beneficios carcelarios y lo amenazaron con que “iba a podrirse en la cárcel”, y el segundo fue trasladado a Kilo-8, en Camagüey, a 600 kilómetros de La Habana, su lugar de residencia, acusado por la Dirección de Cárceles y Prisiones de “liderar protestas y crear problemas”.
Según las fuentes, el director provisional de la prisión de Quivicán, el Capitán William Gaenza, ha ordenado a los guardias golpear a los reclusos con cabillas, tonfas y esposas.
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