Por Ángel Santiesteban-Prats
La Habana, Prisión La Lima.
(Loshijosquenadiequiso)
En la prisión La Lima, donde me encuentro
cumpliendo la injusta condena a la que me han sentenciado por unos
delitos que no cometí, he conocido al también preso político Lamberto
Hernández Planas, quien teniendo cuarenta y tres años de edad pronto
cumplirá veintidós años encarcelado. Ni las torturas y los horrores que
les relataré a continuación le han hecho cesar ni un ápice sus ideas
libertarias.
Hago un paréntesis. Siempre que escucho
los testimonios de las víctimas de la violencia de la dictadura pienso
en el pueblo de Cuba, en aquellos que -cuando logremos un sistema libre y
salgan a la luz los terribles abusos del gobierno de los Castro- dirán
que no sabían nada de las atrocidades que se cometían contra sus
hermanos. Especialmente pienso en los intelectuales que apoyan al
régimen y que callan en sus obras las verdades que debieran recoger y
plasmar en su arte.
Lamberto Hernández, a pesar de llevar
más de dos décadas de encarcelamiento y de haber sido sometido a
inhumanos regímenes especiales de seguridad -en los que ha padecido y
soportado lo indecible- no ha cesado su lucha.
A principios de los años 90, se dedicaba
a traer cerámica desde la Isla de la Juventud hacia La Habana con la
intención de revenderlas, y gracias a que dominaba el idioma portugués,
estrechó relación de amistad con estudiantes africanos. Su vida
transcurría con total normalidad hasta que un oficial de la Seguridad
del Estado se le acercó con la intención de proponerle colaboración
puesto que sospechaba la existencia de estudiantes extranjeros
contrarrevolucionarios. Su trabajo consistiría en sacarles información, y
en especial, alguna información sobre la posible intención de crear un
partido político. En caso de obtener esa información, debería ir los
viernes a la unidad policial de Gerona para transmitirla.
Lamberto -que no tenía hasta entonces
ninguna inclinación política- aceptó la propuesta y prometió buscarlo en
caso de que obtuviera dicha información. Pero su verdadera intención
era quitarse de encima al oficial.
Esperaron meses y tras haberle hecho
varias advertencias para que cooperara y habiendo comprendido que no lo
haría, decidieron actuar: fue apresado y conducido a la unidad policial,
donde supo de una denuncia de robo. Le presentaron como denunciante a
una joven que no conocía. Luego supo que tenía veintitrés años y la
chantajearon porque se prostituía con los estudiantes extranjeros. Ni
siquiera tenía residencia en aquella ciudad, y para más pruebas que
presentó la defensa, la fecha en que le endilgaban los hechos, no
coincidía con su presencia en Gerona pues se encontraba en La Habana.
Por supuesto, de nada valieron los testigos. Sabido es que de antemano
ya estaba sancionado (cualquier parecido con otras realidades es pura
coincidencia). A partir de su injusta sentencia y su ingreso a la
penitenciaría, comenzó su actividad de oposición, primero reclamando su
inocencia y derechos civiles, pero luego fue creciendo su conciencia y
con ella su activismo político a medida que recorría prisiones por toda
la isla, siete en total. Conoció a los opositores más representativos de
la disidencia cubana, y, como en un escuela, pudo acumular lecturas y
prácticas de civismo.
Sus condenas fueron creciendo a la par
que sus protestas en los penales y todas ellas ocultas tras acusaciones
comunes. Por ello recibió golpizas y sufrió fracturas múltiples. Realizó
varias huelgas de hambre, a veces única arma que le dejan al preso
político cubano para exigir justicia, que le han dejado diversas
secuelas en su organismo.
Describe cómo ha soportado estos años de
“regímenes especiales”, sobre todo los primeros ocho, seis de ellos sin
recibir visitas de familiares.
Le fueron sumando otras condenas “por
incitar a las masas” en las cárceles, “boicot”, “convocar actividades
políticas” en las prisiones, pero todas ellas disfrazadas con causas
comunes para evitar reconocerlo como preso político o de conciencia.
En el 2003, la Seguridad del Estado, en
un gesto de desesperación, le ofreció que sirviera de informante y luego
testigo en los juicios contra los 75 disidentes arrestados en la
“Primavera Negra”, a lo cual, por supuesto, se negó rotundamente y así
les hizo saber a los presos de conciencia cuando regresó a la celda.
Por su negativa a colaborar una vez más y
su pronunciada actitud antigubernamental, ha recibido intensas torturas
y hasta han llegado a intentar causarle la muerte. En su cuerpo carga
las secuelas en forma de enfermedades crónicas: neuropatía periférica,
hemorroide interna de segundo grado, y ambliopía (falta de visión),
hernia hiatal, esofagitis, gastritis crónica con sangramiento,
duodenitis, quiste en un testículo causado por las patadas -el cual le
causa inflamaciones e intensos dolores- y sangramiento rectal del que
aún los médicos no han podido descubrir su causa.
Cuando llegó al famoso régimen especial
de Kilo 7, los guardias lo esperaban a la entrada del penal para
advertirle: “te reeducas o te reeducamos”, a lo que Lamberto respondió:
“si aquí matan a los hombres, yo vine a desafiar la muerte”.
Inmediatamente recibió la primera de los tantas golpizas que luego no
cesarían.
“Siempre me pregunto –me dice Lamberto-,
por qué hemos sufrido tanto los que hemos dado todo por la libertad de
Cuba… si no es suficiente haber entregado toda la juventud y soportar
dolores y humillaciones”. Pero cuando piensa de lo que podrán disfrutar
todos los cubanos, pero sobre todo la libertad genuina para nuestros
hijos y nietos, le parece poco lo que ha entregado a la causa.
Asegura que, a pesar de sus ahora
veintidós años de prisión, las secuelas físicas y psíquicas y las doce
huelgas de hambre, aún sigue en pie de lucha aunque no con las mismas
fuerzas pero si con el mismo espíritu multiplicado para continuar
defendiendo nuestros derechos humanos inclaudicables, y siempre sin caer
en la trampa sentimental del ofrecimiento de libertad que desde el 2011
le anuncian.
Lamberto Hernández pertenece al Comité
de Derechos Humanos, fue parte del frente de Línea Dura y Boicot Orlando
Zapata Tamayo, y hoy es parte del Partido Republicano Cubano (PRC). Su
esposa Niurka Rivera Despaigne forma parte de las Damas de Blanco y de
la Federación Latinoamericana de Mujeres Rurales (FLAMUR).
“Ese es mi modesto aporte, hermano” me
dice y se aleja porque ha advertido que comenzará el recuento. Miro su
silueta de hombre humilde que lucha desde el total anonimato.
Ángel Santiesteban-Prats
Prisión La Lima. Marzo de 2013
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