LA HABANA, Cuba. – Ha culminado otro periodo de sesiones del
Parlamento cubano y el tema de la unificación monetaria y cambiaria
vuelve a quedar en stand by.
Se rumora que antes de finalizar el 2019 desaparecerá el llamado
“peso cubano convertible” (CUC) ‒que actualmente se cotiza de manera
artificial a una tasa de 1 por cada 25 pesos cubanos (CUP)‒, y que con
esa medida terminará una de las tantas pesadillas de la economía cubana,
sobre todo la relacionada con la contabilidad en las empresas estatales
porque no todo serán ventajas sino que los cambios pudieran traer
aparejados nuevos rompederos de cabeza, en especial para los ciudadanos,
si no se logra controlar la inflación y no se alcanzan los niveles de
productividad necesarios para volver a dotar de valor al peso frente al
dólar, luego de décadas sin respaldo.
Aunque el gobierno cubano no ha hablado de fechas, lo cual aumenta el
temor sobre un desagradable imprevisto, algunos funcionarios estatales
consultados a modo personal por quien suscribe este artículo, afirman
que el proceso ha avanzado al punto que se pudiera esperar que el
llamado “día cero” se haga efectivo antes de la llegada del 2020, fecha
que los propios Lineamientos económicos del Partido Comunista
(específicamente en el artículo 40 del texto modificado para el período
2016-2020), han establecido como tope para acabar con una dualidad que
en realidad es una tríada, teniendo en cuenta que luego del
CUC, las entidades financieras de la isla crearon, para uso exclusivo de
las empresas estatales, la llamada Carta de Liquidez o “CUC fuerte”, el
único amparado de verdad en reservas de divisas.
La Carta de Liquidez surgió luego que el Banco Nacional de Cuba
abandonara el principio de que, por cada dólar o moneda fuerte
ingresados ya sea por remesas o producción de bienes y servicios se
emitiera un billete de CUC, lo cual terminó por devaluar la moneda
recién nacida y obligó a crear un nuevo esperpento financiero.
La mayoría de los CUC sin respaldo se emitieron con el objetivo de
pagar la estimulación salarial de aquellos trabajadores de las entidades
del Estado, así como otros tipos de gastos al interior de la economía,
una decisión populista que vino a resolver eventualmente un problema de
descontento y por la cual hoy aquellos mismos “beneficiados” sufren el
desabastecimiento, el alza de precios en las tiendas recaudadoras de
divisas y unos bajos salarios que han debido inflarse sin respaldo en la
productividad, con lo cual se ha repetido un mismo error mientras se
intenta resolver aquel otro cometido en los años 90. Desvestir un santo
para contentar a otro.
No obstante, ese papel impreso de apariencia robusta que algunos
pocos llevan en los bolsillos en cantidad suficiente para hacer las
compras diarias, todavía se equipara en las casas de cambio (CADECA) a
1.09 dólares cuando en realidad circula casi sin respaldo alguno.
De modo que el valor del CUC estaría mucho más cercano al hoy
inservible peso cubano (CUP), haciendo imposible realizar un cálculo
real sobre la eficiencia y rentabilidad de muchísimas empresas tanto del
sector estatal, privado o cooperativo donde la contabilidad es un
embrollo espantoso pero a la vez un caos muy oportuno para que
directivos y burócratas oculten cualquier tipo de trampa, como celebrar
con gran entusiasmo cumplimientos de planes productivos donde lograr un
peso cubano de ganancia (aproximadamente 0.05 centavos de dólar)
requiere la inversión de casi un dólar o más, o continuar justificando
viajes continuados al exterior.
Así, se esperaría que la unificación haga emerger el verdadero mapa
de una economía cuyos resultados hoy se calculan a partir de estimados y
no de montos reales, de modo que esas “cifras finales” escritas en los
balances anuales y divulgadas en la prensa no pudieran ser para nada las
que son sino algo mucho más cercano, digamos, a la literatura de
ciencia ficción que a la contabilidad.
¿Cómo se ha podido corregir de 1.2 a 2.2 el crecimiento del PIB en
2018 si no existe una contabilidad fiable en más de un tercio de las
empresas existentes?
Si en algo coincidimos todos es en que resulta imposible saber
exactamente cuán rentable es hoy cualquier empresa en Cuba debido a eso
que algunos han llamado “economía esquizofrénica” producto de la
“triplicidad monetaria”.
Uno de los ejemplos más usados por los economistas es ese que
describe lo que sucede hoy en las empresas estatales donde importar un
kilogramo de maíz que cueste 1 dólar en el mercado internacional es
mucho más rentable que adquirir otro cultivado en Cuba y que valga 2
pesos cubanos, solo porque a razón de la contabilidad actual, ambas
monedas son lo mismo cuando en realidad el peso atraviesa por su peor
época desde que fue establecido como moneda oficial de la República en
la segunda década del siglo XX.
Hasta diciembre de 1958 el peso cubano equivalía a un dólar
norteamericano y, por tanto, era intercambiable por oro y garantizado
por el Banco de la Reserva Federal de los Estados Unidos, donde se
establecía el valor de 35 dólares por una onza, lo que hacía del peso
cubano una moneda entre las más fuertes del mundo.
Hoy los pronósticos más “felices” auguran que, con el tiempo y no de
inmediato, la eliminación de la “triplicidad” monetaria y cambiaria
lograría establecer una tasa de entre 8 y 10 pesos por dólar, lo cual
repercutiría en el rendimiento de los salarios siempre que los precios
en el mercado interno no se disparen y sean mantenidos como antes del
día cero.
Pero el contexto político no es ni siquiera remotamente aquel
escenario propicio para el gobierno cubano de hace apenas cinco años
atrás cuando parecía que, con Obama, el embargo de los Estados Unidos
pasaría a la historia o al menos quedaría como algo que existe pero no
se cumple.
Las teorías menos confiadas en el éxito de lo que vendría posterior
al día cero, y que incluso apuestan como alternativa por un cambio de
moneda para lograr frenar el exceso de dinero en la calle ‒algo que el
gobierno cubano parece haber descartado‒, pronostican graves problemas
inflacionarios teniendo en cuenta la cantidad de circulante emitido
hasta el presente e imposible de recaudar, con lo cual el peso cubano
caería en picada hasta valores de entre 40 y 100 unidades por dólar. Un
verdadero desastre.
Para algunos, un síntoma de ese desplome, es que el banco ha
continuado emitiendo billetes incluso de denominaciones de 200, 500 y
1000 pesos, mientras que no aclara oficialmente, es decir, mediante un
decreto o nota oficial, si las tasas cambiarias permanecerán tal como
están hoy en CADECA o si sufrirán variaciones de alza o baja.
Se ha dicho que las cuentas en los bancos cambiarán automáticamente
de CUC a CUP pero no detallan a cuánto ascenderán o disminuirán los
depósitos, si limitarán la cantidad de dinero a cambiar en los bancos,
ni de qué modo actualizarán esas libretas de ahorro en manos de la
población que, al estar escritas con tinta, deberán ser sustituidas por
otras, agregando al proceso varios trámites engorrosos que hoy son
motivo de incertidumbre y mañana causarán malestar en la población.
De modo que la economía cubana ha llegado a 2019 con tres tipos de
“moneda nacional” en circulación. Al dragón de dos cabezas, ese mismo al
que prometieron decapitar desde el ya lejano 2013, hace tiempo le brotó
una nueva, por lo que su exterminio será traumático, más cuando han
dejado pasar el mejor momento para hacerlo y ahora no les queda otro
remedio que enfrentar a la bestia prácticamente sin armaduras.
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